El primer lyriano del sistema solar

Imagen de Gordon Johnson en Pixabay 
Mi nombre es Likoan-Latse y soy uno de los ocho denerthes, la élite científica de mi mundo. Fui enviado a la Tierra para defenderla del ataque de los reptilianos, la misma raza violenta que tras las Guerras de Orión aniquiló mi hogar, un planetoide en la tercera órbita de la estrella Deneb.
    En el tiempo que llevo aquí, he combatido sus ataques con todo lo que la tecnología de este atrasado planeta me ha permitido: tubos de descarga, ondas en plasma, pulsos de energía, escudos electromagnéticos… Pero no he podido permanecer oculto por más tiempo. Ellos y sus guerras me han forzado a mostrarme. Temo que su falsa raza aria logre conquistar el planeta. Lucho, lloro, resisto. Sufro constantes sabotajes, saqueos y mentiras que pretenden desarmarme. Cambio de hotel con frecuencia para no ser capturado. Rastrean el anagrama terrestre de mi nombre. Me llaman Nikola Tesla.


(ENTC - Monstruoscopio 2022 - Ronda 3)

Intraterrestres

Hace tres días que comenzó la invasión de la superficie. Los agarthianos surgieron del interior cuando los polos perdieron gran parte del hielo y las entradas a su mundo quedaron al descubierto. En pocas horas se extendieron como una marabunta y controlaron todo el planeta. Ahora emergen por cualquier agujero —simas, volcanes, grutas—, como si la Tierra fuera su inmenso hormiguero.
Ayer, sobre el desierto, ascendió su reina, un ser de piel blanca y cabellos brillantes envuelta en una luz cegadora. Parecía que en el firmamento hubiese dos soles. Descendió de los cielos en un carro de fuego tirado por leones tan blancos como la nieve y extendió su mente sobre las nuestras para contar su historia: una civilización bajo nuestros pies que, desde hace milenios, preserva el planeta. La última vez que salieron aniquilaron a los atlantes por devastarlo. Los humanos no correremos mejor suerte.

(ENTC - Monstuoscopio 2022 - Ronda 2)

¡Ay, Ptolomeo, qué mareo!

Tuve una extraña belleza. Atrayente, eso dicen. Tal vez, si hubiese nacido dos milenios más tarde, habría sido «La faraona de París», la más rutilante vedete del Folies Bergère o del Moulin Rouge. «La gran Cleopatra», dirían los carteles. Qué delicia, cantar vestida de ORO y, alrededor de mi cuerpo, una inmensa boa de plumas. Sí, boa, y no esa tontería del áspid. Quita, quita, que yo no dejo que un bicho feo me muerda, que con un pinchacito de nada yo misma introduje el veneno en mi cuerpo… Y qué deliciosa vida habría sido, ¡ay!, envuelta en lujo y pasiones: ramos por un beso, palacios por una sortija, sus vidas por mi atención. Luz, color, fiestas y piedras, pero preciosas, no de esas egipcias, polvorientas y abarrotadas de grabaditos con gente que nunca miraban a la cara y siempre que los necesitabas se ponían de perfil. 

(ENTC - Monstruoscopio 2022 - Ronda1)

Piel de dragón

Hay rabia en cada golpe de martillo. Vuelan las chispas del metal y las gotas de sudor de su cuerpo. Tiene el brazo entumecido, el hombro agarrotado, la espalda dolorida. Jadea, pero continúa.
   Tras devolver la pieza a la fragua, bebe un trago de aguardiente y escupe las últimas gotas hacia las brasas. El fogonazo araña las cicatrices de su piel y atormenta sus ojos. En la llamarada cree ver a su demonio. Da un paso atrás y remueve el carbón con el atizador. Restriega su frente con el antebrazo, recompone los vendajes de sus manos y ajusta el delantal de cuero sobre su cuerpo lacerado.
   Vuelve al yunque. Golpea una y otra vez hasta que tiene la última pieza forjada con trozos de escamas de la bestia alada. Se viste con la armadura y se acerca al fuego. Sonríe. No siente el calor; tampoco sentirá el aliento abrasador de su enemigo.

(ENTC - Calores y Regresos - Septiembre 2022)