Piel de dragón

Hay rabia en cada golpe de martillo. Vuelan las chispas del metal y las gotas de sudor de su cuerpo. Tiene el brazo entumecido, el hombro agarrotado, la espalda dolorida. Jadea, pero continúa.
   Tras devolver la pieza a la fragua, bebe un trago de aguardiente y escupe las últimas gotas hacia las brasas. El fogonazo araña las cicatrices de su piel y atormenta sus ojos. En la llamarada cree ver a su demonio. Da un paso atrás y remueve el carbón con el atizador. Restriega su frente con el antebrazo, recompone los vendajes de sus manos y ajusta el delantal de cuero sobre su cuerpo lacerado.
   Vuelve al yunque. Golpea una y otra vez hasta que tiene la última pieza forjada con trozos de escamas de la bestia alada. Se viste con la armadura y se acerca al fuego. Sonríe. No siente el calor; tampoco sentirá el aliento abrasador de su enemigo.

(ENTC - Calores y Regresos - Septiembre 2022)

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