En blanco y negro

Me siento en la duna a ver el mar. Por fin. Toda una vida bajo tierra soñando con este momento: un horizonte plomizo, el brillo oscuro del agua, casi azabache, el rumor de las densas olas arrastrando la espuma grisácea, los esqueletos de los barcos varados en la arena sombría. Levanto un par de segundos la máscara: es precioso, más de lo que había imaginado. Respiro hondo y vuelvo a colocarla. No puedo estar fuera demasiado tiempo, pero volveré, a pesar de ese extraño sabor ácido que impregna el aire y el fuerte olor a carroña y chapapote, tan penetrante.

(ENTC - Kalopsia - Febrero 2024 - Relato seleccionado)

Desequilibrados

El abuelo era funambulista y quise saber si podía volar.

(Pegando la Hebra, Plaza Radio - 18/01/2024)

Trampas de la memoria

Camina absorta en el eco de sus pasos. Se detiene y hace presión con la maltrecha punta del pie en una de las tablas. Le gusta ese tenso crujido del suelo, el olor rancio del escenario, las arrugas del telón, el esplendor de los focos ahora apagados, el murmullo del público, las noches de estreno, los aplausos: sus aplausos. Abre los brazos y se inclina durante varios segundos. Se yergue con parsimonia y repite la reverencia. Atrapa al vuelo una flor irreal, simula olerla, interpreta un beso en los pétalos y la arroja con un rebuscado movimiento hacia la platea vacía. Saluda a los palcos, a los pisos superiores. Se abraza con fuerza a su torso y lanza besos en cualquier dirección. Sale y vuelve a entrar, quince veces, veinte, quizás más. Con la emoción pierde el resuello y la cuenta. Mira el reloj, restriega sus manos sobre la bata, se recoloca el moño y hace mutis mientras maldice esa mala cabeza de los últimos tiempos. Aún tiene que barrer los camerinos y no recuerda en qué parte de las bambalinas ha olvidado la escoba.

(ENTC - Diciembre 2023 - Acta est fabula)

Male dire

Y empezó a caer y a maldecir desde lo alto del acantilado. Maldijo su vida en aquel orfanato de Catania y los años de reformatorio en Palermo. Maldijo sus malas compañías, a sus enemigos y el desastroso trabajo como sicario de don Vitto. Maldijo su suerte, sus decisiones, sus vicios y su vida entera. Y cuando vio que, por fin, tocaba fondo, maldijo la subida de la marea.

A vuela pluma

Cuando alcancé la edad del pavo, me brotaron unos plumones despeluchados y blanquecinos. No les di mucha importancia porque la abuela, esa ave de mal agüero, siempre decía que papá era un cabeza de chorlito y mamá una pájara. Pero cuando mi aspecto se tornó colorido y brillante, a papá se le cambió la cara de un plumazo y le dijo a mamá que era más puta que las gallinas. Mamá le soltó que se lo había puesto a huevo, que después de tanto tiempo mareando la perdiz, se había ido a pelar la pava con el vecino; que si no hubiese hecho tanto el ganso, otro gallo cantaría. Papá dijo que él no iba a pagar el pato. Dio dos graznidos, un portazo y ahuecó el ala. Mamá cacareó que mejor así, que ya estaba cansada de cargar con el mochuelo.
(Texto incluido en la antología Equilibristas)
(ISBN: 978–84-19823–40‑3)

Cortar las alas



Hace ya un tiempo que nos entraron unas ganas locas por volar. Comenzamos con pequeños aleteos para ganar fuerza, planeamos en lentos descensos desde el respaldo del sofá y día a día fuimos creciendo en resistencia y destreza. Ayer ascendimos a la lámpara de araña de la abuela usando la corriente cálida del brasero. Hoy hemos cruzado el salón hasta lo más alto del armario y a mamá, que nos ha visto, se le ha cambiado la cara; ha cerrado las ventanas y nos ha puesto unas cadenas. Dice que no se nos ocurra volver a hacerlo, que ninguno de nosotros está preparado para abandonar el nido.


Finalista XI Premio Colectivo Manuel J. Peláez
Zafra 2023

Andante, ma non troppo

Despertará muy temprano y se afeitará, igual que cuando trabajaba en la Filarmónica. Vestido de forma impecable, saldrá a la calle con la funda del violín. De camino al teatro, silbará a Tchaikovsky, a Dvořák o a Vivaldi: dependerá del tiempo, del mundo, del corazón. Cuando llegue al Liceo, extraerá el violín y depositará la funda abierta sobre el suelo de la Rambla. Calentará sus dedos tocando alguna sonata, pero hasta que los turistas no escuchen las notas de 𝘋𝘦𝘴𝘱𝘢𝘤𝘪𝘵𝘰, ninguna moneda pagará su desayuno.

(Finalista XXIX Concurso de Microrrelatos de Radio TV Lavapiés)

Space Oddity

Miro alrededor. Solo quedo yo a este lado del universo. En el otro, el camarero. Nadie más. Bebo mi cerveza. La cuarta, creo. La televisión encendida. Sin voz. En la radio, Bowie. Expulso una risa estúpida. Bowie: vinimos juntos. Un tipo con suerte: buen puesto y viaje de vuelta a casa antes de tiempo. Doy otro trago. El sudor del vaso cae sobre mi mano. Miro las gotas. Como un tonto. Mojo el índice en el líquido y punteo tres veces sobre el mostrador. Orión, explico al camarero. Asiente mientras seca una copa, la misma desde hace media hora. Qué sabrás, pienso. Habría que irse a casa, sugiere. Sí, a casa, respondo. Me levanto del taburete y desde la gota central de mi húmedo cinturón de Orión arrastro el índice por toda la barra. Lo arrastro. Lo arrastro. Lo arrastro, hasta llegar al final. Bebo un último trago y aterrizo el vaso vacío junto a mi dedo. Aquí, le indico. Aquí está. El camarero lo recoge y pasa la bayeta. A la de Orión invita la casa, dice. Hago una mueca y salgo. Hace frío. Siempre. Abrocho mi abrigo y miro hacia arriba, a la oscuridad, más allá de Orión.

(Esta Noche Te Cuento - Este es el difícil camino a las estrellas - Mayo 2023)
(Relato finalista - 2023) 
(Relato finalista Lince MontesdeToledo 2023)

Rima en disonante

Todas las mañanas, el poeta pasea su lirismo por las soleadas callejuelas. Derrama sus estrofas junto a los encalados muros. Entre los soportales, pareados; en aquella plaza, redondillas; una cuarteta en el cruce. Se detiene al descubrir un geranio despampanante que asoma en un alfeizar. Desde abajo lo reprende por su hermosura y deshoja unos aromáticos y aterciopelados epítetos. Si se cruza con la modistilla, declama un amor endecasílabo por sus entretelas y le propone hilvanar juntos unos versos libres. Siempre saluda con trazas de esponjosa delicadeza. A su paso, todos cierran la mirada y respiran hondo. Dicen que el aire que le acaricia huele a verso y ambrosía.
    Cuando vuelve a su humilde casa, cuelga en las oxidadas perchas de la entrada todos los adjetivos. Lanza sus zapatos hacia el pasillo y se desviste. Por el suelo va soltando su piel de poeta. Toma una cerveza de la nevera y se deja caer en el sofá en gayumbos. Bebe. Limpia su boca con el dorso de la mano, se rasca los huevos y eructa en prosa.

(Esta Noche Te Cuento - Las apariencias engañan - Febrero 2023)
(Relato finalista - 2023) 
(Relato finalista Lince MontesdeToledo 2023)

La importancia del contexto


Al ver el cartel, no pude resistirme. Me traje para casa dos NIÑOS algo moviditos, una SRA. de turgente conversación y (estaba incluido en la oferta) un CBLLRO. «de los de antes», según la dependienta. Y por muy poco dinero. Una buena compra, ¿verdad? Pues no, en poco más de una hora, y acompañado por el género adquirido, estaba de vuelta en la tienda. Menudo follón armaban los cuatro: gritos, insolencia, indolencia, conmoción. Lo que me costó atrapar a los NIÑOS y despegar al CBLLRO. del sofá. Aún no sé dónde escondió el mando de la tele. La vecina, en el ascensor y secundada por la SRA., me dijo que sigo pareciendo tan tonto como siempre, que desconfíe de las ofertas, sobre todo cuando se trate de personas.



No me devolvieron el dinero, pero me ofrecieron un vale que canjeé gustosamente por unas buenas zapatillas, que era lo que había ido a buscar al contexto. Recordad: sea cual sea el contexto, nunca tiréis el tique de compra.

El aroma del pan recién hecho

Su padre es un tal José Luis López-Brío y Gómez de la Portezuela, quinto marquesito de Postealto, tercer señor de Lucenitas y, por cuestiones de reducción del patrimonio, primer panadero del pueblo a tiempo parcial que, las noches sin luna llena, gustaba de amasar por las camas de los alrededores. «El levadura», le llamábamos, porque nunca fallaba y levantaba miga. Pero tuvo que huir del pueblo, comenta entre risitas otra de las que le echaban masa madre cuando ve pasar al hijo con la furgoneta de reparto. Se santigua, sobreactúa, y por los adentros suspira recordando aquellos tiempos en los que siempre tenía su horno encendido.