El mayordomo cantante

Entre gaviotas inquietas y cangrejos sorprendidos, cuatro siluetas inoportunas interrumpen la tranquilidad y la línea del horizonte de las playas de East Sussex.

—¡Ay, querida!, que delicia terminar la velada bailando al amanecer, invadido por el aroma del perfume sobre tu piel y del mar. Lástima que esté lloviendo y terminemos empapados. Por cierto, querida, ¿puedes explicarme el motivo por el que entraron a nuestro servicio estos dos sirvientes que fallan hasta con los paraguas?
—Estaban de oferta, James, dos por uno, ¿recuerdas? De todas formas, la doncella prepara un té fantástico -no me lo negarás- y el mayordomo es una delicia cantando.
—Pero, querida, ¡si el mayordomo es mudo!
—Cierto, James, pero estarás totalmente de acuerdo conmigo en que, comparado con los anteriores, es el que, con diferencia, mejor canta.
—Por supuesto, querida, hasta en esto tienes razón. ¿Bailamos la última? Temo estar pillando una deliciosa pulmonía.

"The singing butler", Jack Vettriano, 1992