A vuela pluma

Cuando alcancé la edad del pavo, me brotaron unos plumones despeluchados y blanquecinos. No les di mucha importancia porque la abuela, esa ave de mal agüero, siempre decía que papá era un cabeza de chorlito y mamá una pájara. Pero cuando mi aspecto se tornó colorido y brillante, a papá se le cambió la cara de un plumazo y le dijo a mamá que era más puta que las gallinas. Mamá le soltó que se lo había puesto a huevo, que después de tanto tiempo mareando la perdiz, se había ido a pelar la pava con el vecino; que si no hubiese hecho tanto el ganso, otro gallo cantaría. Papá dijo que él no iba a pagar el pato. Dio dos graznidos, un portazo y ahuecó el ala. Mamá cacareó que mejor así, que ya estaba cansada de cargar con el mochuelo.
(Texto incluido en la antología Equilibristas)
(ISBN: 978–84-19823–40‑3)