Respeto por las tradiciones

En este pueblo no hacemos velatorios. Cuando alguien cree que va a morir, coge la pala, sale de casa, cava su propia tumba y, allí dentro, espera el final: sin molestar. Si después de tres días no aparece por el bar, vamos todos al cementerio, cubrimos su cuerpo con la tierra y el más viejo se lleva la pala. Así ha sido durante tanto tiempo que ya ninguno recordamos cómo era antes. Tan solo tuvimos un problema con el tío Fabián: nos lo encontramos al cuarto día dando vueltas por la calle Mayor, empeñado en que le había sido imposible acudir al bar por un asunto familiar. Lo que nos costó devolverlo a la tumba: cómo se resistió para estar muerto.

(Los pescadores de perlas - Revista Quimera 463-464. Julio-agosto 2022)

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