Al ver el cartel, no pude resistirme. Me traje para casa dos NIÑOS algo moviditos, una SRA. de turgente conversación y (estaba incluido en la oferta) un CBLLRO. «de los de antes», según la dependienta. Y por muy poco dinero. Una buena compra, ¿verdad? Pues no, en poco más de una hora, y acompañado por el género adquirido, estaba de vuelta en la tienda. Menudo follón armaban los cuatro: gritos, insolencia, indolencia, conmoción. Lo que me costó atrapar a los NIÑOS y despegar al CBLLRO. del sofá. Aún no sé dónde escondió el mando de la tele. La vecina, en el ascensor y secundada por la SRA., me dijo que sigo pareciendo tan tonto como siempre, que desconfíe de las ofertas, sobre todo cuando se trate de personas.
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