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Imagen de Ria en Pixabay |
Pastoril
Retrato
Observas la foto que, desde tu boda, ocupa ese espacio eterno en la cómoda del salón. Tenías una cara tersa, joven, alegre, pero el tiempo y la vida la han raspado. Ahora se asemeja más al marco de madera reseca, desportillada y macilenta. Aun así, sonríes. Es mejor estar viva, a pesar de que te falte un trozo de tu propio marco. Es mejor estar sola, aunque tengas que estirar la pensión mes tras mes. Es mejor ser tú misma: es mejor. Te incorporas, desmontas el deslucido cartón trasero, sacas la foto y la abandonas en el fondo del último cajón. Pones en su lugar la que te hiciste antes de que empezases la quimio. Ajustas de nuevo las pestañas posteriores, algo oxidadas, y colocas el marco en la posición de siempre, sobre las huellas que se adivinan entre el polvo. Tienes que limpiar un poco, piensas mientras te alejas para verla en la distancia: esa sí, esa sí que eres tú, tan igual, tan distinta, tan tú. Te quitas el pañuelo y lo pasas sobre la cómoda. Te guiñas un ojo. Estáis perfectas.
(ENTC - Junio 2024 - WABI SABI)
A discreción
El esquirol
Decidieron eliminar al príncipe besucón de la profecía. Tras un siglo de crecimiento frondoso y tranquilo del bosque, nadie estaba dispuesto a que desapareciese su hogar encantado por despertar a una princesa. Hadas y gnomos ultimaban las trampas elaboradas con ramas puntiagudas y venenos. Los animales afilaban dientes, picos, garras y cornamentas. Los elfos acechaban desde los árboles; entre arbustos, se emboscaban los duendes: si intentaba llegar al castillo, el príncipe se llevaría una sorpresa. Sólo un topo rompía el extraño silencio jugueteando con un saco de monedas. A nadie pareció importarle un animal que nunca sale en los cuentos y hace túneles bajo tierra.
El esquirol es uno de los textos de Mientras haga viento (Platero, 2024) que también aparece, junto a otros cuatro, en el número 485 de la revista Quimera (mayo de 2024).
Dejar que pase un tren
Todos los días coinciden en el mismo vagón. A las 07:40. Todos. Con las mismas caras de sueño y el mismo silencio entre tanto ruido del metro. Pero hoy uno de los dos intenta que sus miradas se encuentren más que de costumbre. Hoy ha dedicado mucho tiempo al blanqueador dental y ha limpiado sus gafas con ilusión para que se vieran mejor sus ojos. Y los de ella. Hoy lanza una sonrisa cada vez que levanta la vista del móvil. Ella se fija en él. Cómo no hacerlo, si siempre está ahí, con esa cara avinagrada y su horrible sonrisa. Siente más asco del habitual. Odia esos dientes encalados en exceso. Y hoy, más. Hace tiempo que le gustaría decirle que deje de mirarla. Agradece que han llegado a una parada y un grumo de turistas se interpone entre ambos. Está harta. Desde mañana, se levantará diez minutos más tarde.
(ENTC - Febrero 2024 - MAMIHLAPINATAPAI)