Pastoril

Todas las ovejas, del conde, ninguna mía, asegura el pastor. Pero la leche sí qu'es pa mí, y mientras lo dice se golpea el pecho. Vamos hombre, to’el día d’aquí p’allá con ellas. Que’l perro y el tiempo los pongo yo. Y el aguante, dice guiñando un ojo, que muchismo conde, muchisma alcurnia, pero quien l’está dando alegrías a la condesa es servidor, y suelta una carcajada. Y bien que se las doy, ridiez, qu’estoy llenándole la hacienda de condesitos. Más que de ovejas. Oiga, que esto no salga d’aquí, a ver si me van a venir pidiendo leches.

Imagen de Ria en Pixabay

Retrato

Observas la foto que, desde tu boda, ocupa ese espacio eterno en la cómoda del salón. Tenías una cara tersa, joven, alegre, pero el tiempo y la vida la han raspado. Ahora se asemeja más al marco de madera reseca, desportillada y macilenta. Aun así, sonríes. Es mejor estar viva, a pesar de que te falte un trozo de tu propio marco. Es mejor estar sola, aunque tengas que estirar la pensión mes tras mes. Es mejor ser tú misma: es mejor. Te incorporas, desmontas el deslucido cartón trasero, sacas la foto y la abandonas en el fondo del último cajón. Pones en su lugar la que te hiciste antes de que empezases la quimio. Ajustas de nuevo las pestañas posteriores, algo oxidadas, y colocas el marco en la posición de siempre, sobre las huellas que se adivinan entre el polvo. Tienes que limpiar un poco, piensas mientras te alejas para verla en la distancia: esa sí, esa sí que eres tú, tan igual, tan distinta, tan tú. Te quitas el pañuelo y lo pasas sobre la cómoda. Te guiñas un ojo. Estáis perfectas.

(ENTC - Junio 2024 - WABI SABI)